Año tras año, desde hace ya 55, las fotografías del World Press Photo se pasean por medio mundo de la mano de la fundación del mismo nombre. Son las mejores instantáneas publicadas en prensa durante el año anterior, según un jurado independiente que las escoge de entre todas las que se presentan. Las temáticas son diversas, desde fotografía de actualidad hasta retratos y naturaleza. Y el premio no sólo se otorga por la belleza, sino también por la voluntad del fotógrafo de mostrar lo que no todos tienen la oportunidad de ver. La FundaciónWorld Press Photo no tiene otro objetivo que favorecer la difusión de la realidad que hay en las instantáneas y ayudar a consolidar la profesión a nivel global. Bien saben, que desde su consolidación técnica, la fotografía ha sido y es un arma para entender mejor el mundo.
La relación entre periodismo y fotografía hace años que ha cumplido un siglo. La primera fotografía aparece publicada en el año 1880 en Estados Unidos en el Daily Graphic de Nueva York, fundado siete años antes. En ella se podía ver un edificio, el Steinway Hall, que ya le valió el premio Pulitzer. Era el embrión de una relación, la de la fotografía y la prensa, que no ha hecho más que estrecharse con los años.
Gracias al fotoperiodismo, a lo largo de la historia hemos visto guerras como nunca antes o hemos sido conscientes del sufrimiento de personas que viven a miles de quilómetros de nosotros. O ni si quera tan lejos. El fotoperiodismo nos descubre, a veces, realidades muy cercanas. Solo depende de la intención. De la voluntad de contar qué hay detrás de cada uno de estos fotoperiodistas. Uno de los más influyentes, el brasileño Sebastiao Salgado, asegura que quiere “que cada persona que entra en una de sus exposiciones sea al salir una persona diferente.” Y para ello lleva trabajando 40 años.
1. El día que pusimos un pie en la guerra
La primera guerra que se fotografió fue la de Crimea (1853-1856). Por aquel entonces, el imperio ruso se enfrentó a la coalición formada por Reino Unido, Francia, el Imperio Otomano, el Reino de Piamonte y Cerdeña. Las fotografías las hizo Roger Fenton. Y desde entonces hasta ahora, las guerras se han hecho presentes en nuestras conciencias gracias a la fotografía. No hay trinchera sin fotógrafo.
La eclosión se produce durante la I Guerra Mundial y, sobre todo, la Segunda. Fue entonces cuando se crearon obturadores más rápidos y precisos y los diarios y revistas cada vez adaptaban más sus diseños a la fotografía. También aparecen las agencias de noticias que favorecen la rápida circulación y difusión de las instantáneas.
La fotografías de guerra se convierten muchas veces en el símbolo de la trinchera. Un ejemplo es la Muerte de un Miliciano, nombre explícito de la fotografía que Robert Capa hizo durante su cobertura de la Guerra Civil Española para la agencia de noticias Magnum. Tan preciso es el momento en que se toma la fotografía –justo cuando el cuerpo empieza a yacer después de ser alcanzado por una bala- que hasta hoy perdura el rumor de que fue una fotografía preparada. La única verdad confirmable es que cuesta encontrar un libro de historia o explicación del frente sin esta ilustración.
Del mismo modo, el impacto sobre la población que tuvo la Guerra del Vietnam no se puede explicar mejor que en la fotografía que Huynh Cong tomó en 1972 a una niña de nueve años, Kim Phuc, huyendo de su aldea quemada. En este caso, el poder de la fotografía fue tal que superó la fugacidad de cualquier noticia de actualidad para perdurar como símbolo del horror que supuso esta guerra. Tanto, que años después, la protagonista de la instantánea aseguraba que siempre había querido huir del recuerdo pero que “parece que la foto no me deja ir.”
Durante años el nuevo gobierno comunista de Vietnam del Sur, surgido después de la guerra, la instó a entrevistarse con periodistas y a revivir constantemente el dolor del momento. Nunca, por cierto, perdió la relación con el fotógrafo y, años después, por fin, pudo explicar la historia tal como ella la vivió en un documental.
2. Lo que la distancia esconde
Pero no sólo es la imagen del desastre lo que nos ayuda a entender el mundo que nos rodea. También los rostros y lo que transmiten. La fotografía es capaz, en ocasiones, de expresarse con más matices que las palabras.
Seguramente casi nadie sabe quién es Sharbat Gula, pero sus increíbles ojos verdes han dado la vuelta al mundo. Cuando la fotografía de esta niña afgana se publicó en la portada de la revista National Geographic en junio de 1985, tan solo se sabía que formaba parte de un grupo de refugiados afganos, pero nada de su historia personal. Y no hizo falta para entender todo el dolor que transmitía su mirada. A diferencia de Kim Phuc, Gula vivió veinte años en el anonimato, mientras su fotografía se convertía en todo un símbolo de los refugiados afganos. Sólo la pericia del fotógrafo americano Steve McCurry, el mismo que la fotografió cuando era sólo una niña, hizo posible otra instantánea de ella en 2002, casi veinte años después. Un estudio médico de su iris permitió asegurar al 99% de que se trataba de la misma persona. Ella ignoraba su “otra” vida.
3. Ver para entender el pasado
Para nada menospreciable es el papel que la fotografía tiene como legado de memoria histórica. Allí está para juzgar los hechos como difícilmente lo puede hacer un texto, más interpretable y susceptiblemente partidista.
El pasado de Barcelona es también, no hay que olvidar, la niña que Francesc Català- Rocafotografió en la ladera de Montjuïc. En ella se pueden ver las tres chimeneas de la central eléctrica La Canadiense, cuando aún estaban activas. La Gitanilla -como se titula la fotografía- fue inmortalizada en 1950 y vivía en unos de los barrios de barracas que había en esta montaña, donde en los años 50 llegaron a vivir 30.000 personas. Barrios que no desaparecieron definitivamente hasta 1992, cuando la zona se transformó urbanísticamente a razón de la Olimpiadas.
La fotografía es testigo de la historia. Al hombre que detuvo por unos segundos una columna de tanques en la plaza de Tiannanen en Pequín se le llegó a llamar tank man (hombre tanque) o rebelde desconocido. Supuestamente era uno de los millares de estudiantes que se manifestó entre abril y junio de 1989 contra el gobierno de la República Popular China y cuyo movimiento acabó en una sangrienta represión por parte del Ejército Popular de Liberación. En abril de 1998 la revista Time consideró al rebelde desconocido como una de las personas más influyentes del siglo XX. Nada se sabe de él, muchos creen que fue ejecutado por su osadía, aunque ninguna información ha confirmado nunca esta teoría. Sea como fuere, jamás ha salido a la luz en busca de reconocimiento. Su gesto, en cambio, difícilmente será olvidado.